LA IMPROPIEDAD DEL NOMBRE PROPIO
Su nombre (el de aquel objeto mío de deseo, bueno, el de usted también), es más mío que suyo. Lo trasciende, y guarda en él esa angustia suya por ser finito. En tanto yo lo hago presente, poseo a través de su nombre su propia muerte, su ausencia. He ahí otra transgresión.
Fragmento de una clase de Antropología Simbólica a propósito del nombre propio:
Profesor:
... entonces, estar muerto en vida es...
Yo (en off):
En efecto, tener nombre, no?
Profesor:
Tener nombre.
(tssssss, qué crudo gueeeeee)
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